Lima, Capital de la gastronomía y la cultura
Llegamos a Lima al barrio de Miraflores, una zona muy linda y con mucha vida nocturna, con un ambiente bohemio-chic muy común en estos tiempos.
Después de llegar a nuestro hotel, nos fuimos a degustar uno de los mejores restaurantes Nikkei –mezcla de sabores peruanos y japoneses- llamado “Ache”, restaurante del reconocido cocinero peruano Pedro Miguel Schiaffino’s.
Lo que mas nos impresionó fue un tiradito de atún con una salsa fría acompañado de un rico pisco sour peruano preparado en el momento. Continuamos con unos rolls, el primero fue de atún cubierto de quínoa tostada con una salsa de mango, para luego terminar con un roll acevichado tempura de salmón y para nuestra sorpresa, el chef nos regaló un exquisito nigiri de salmón.
Por la tarde recorrimos los alrededores de Miraflores, donde fuimos descubriendo rincones con artesanía peruana, telas, tejidos, cerámica.
En la noche, después de mucho caminar, decidimos recorrer un poco más en búsqueda de un restaurant que nos llamara la atención y así fue como encontramos “La Plazita”. Un rincón lleno de detalles, que ofrece en su carta tablas para picar, pizzas, carnes, hamburguesas y sándwiches. Optamos por compartir una pizza campesina con champiñones, aceitunas verdes, cebolla blanca, pimiento y prosciutto, y por supuesto un rico pisco sour peruano.
A la mañana del día siguiente recorrimos el casco histórico, y llegamos hasta la Plaza de Armas. Alrededor de esta, está lleno de construcciones e iglesias de estilo colonial. A unas cuadras de este lugar se encuentra la iglesia San Francisco donde puedes visitar la Catacumbas, un cementerio debajo de la iglesia, donde me sorprendí con un especie de mandala creado con puros huesos y cráneos humanos.
Saliendo de ahí seguimos caminando y nos encontramos con el Museo del Pisco, ahí puedes hacer una cata con los mejores piscos artesanales del Perú, que me di cuenta que era más aromático que el pisco chileno.
La zona de parques de Lima es variada y al seguir caminando llegamos al Parque de las Aguas, el cual nos brindó un espectáculo de colores, música, agua y magia. Observar a los niños jugando al escapar de los chorros de agua que salían sorpresivamente del suelo, nos hizo reír durante horas. Es un lugar imperdible de visitar que nos brindó descanso después de mucho recorrer esta ciudad.
Ya era un poco tarde y decidimos ir a comer al “Papachos”, de Gastón Aucurio, donde todo es “hamburgueseable”. Para carnívoros y vegetarianos, puedes compartir un picoteo acompañado de un chilcano, un cóctel tradicional peruano que se prepara con pisco, jugo de limón y soda. Tiene una carta interminable que te aseguro que no pasarás hambre.
Ya en nuestro último día fuimos a las Ruinas de Pachacámac. Este lugar del periodo Inca contiene los restos de diversos edificios, construcciones de adobe, que se localiza en la costa y es el principal lugar de culto al Dios Pachacámac, a quien se atribuía la creación del universo.
Y como estábamos en la capital gastronómica, fuimos a otro restaurante también de Acurio llamado “La Mar” (de los mismos dueños del que está en Santiago de Chile). A este restaurant debes llegar temprano o pasado las 3 de la tarde, ya que tiene mucha demanda. Su ceviche es uno de los mejores que he comido en mi vida.
Nos fuimos de vuelta al hotel caminando por el borde costero, “Miramar”. Vimos el atardecer, nos tomamos un café mirando la puesta de sol, agradeciendo nuestra visita a Lima, un lugar de cultura gastronómica.
Y como regalo de última noche, nos vestimos lindas y nos fuimos al restaurante “Amaz”, donde Schiaffino se dedica a rescatar los mejores productos y recetas de la Amazonía peruana. Disfrutamos cada plato que nos sirvieron. El mejor para mi gusto, fue una “Patarashca”, pescado envuelto en hoja de bijao (planta de trópico, sus hojas se utilizan para envolver tamales), con aderezo de palillo, ají dulce cocinado a la parrilla. Este restaruant es uno de los mejores que visité en mi estadía en Lima, totalmente recomendable.
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